viernes, 1 de marzo de 2013

Cómo identificar y tratar la fobia escolar




Los niños que manifiestan este trastorno pueden presentar cuadros de ansiedad, además de sudoración de manos, temblor, dolor de cabeza o estómago, náuseas y mareo entre otros

La fobia escolar se caracteriza por un miedo intenso e irracional por asistir a la escuela. Los niños que manifiestan este trastorno pueden presentar cuadros de ansiedad, además de sudoración de manos, temblor, dolor de cabeza o estómago, náuseas y mareo entre otros.

A pesar de que este tipo de alteración no es muy frecuente, ya que se presenta en el 1% de la población infantil, es importante que cuando se diagnostique se trate para evitar futuras complicaciones durante la etapa adulta.

Es más frecuente que la fobia escolar se desarrolle en niños que son sobreprotegidos por sus padres, quienes les transmiten cierta inseguridad que se manifiesta cuando están alejados de ellos.

Los niños que tienen más predisposición a padecer este trastorno son aquellos que no han salido de casa, es decir, que no han asistido a estancias infantiles, y nunca se han separado de los padres.

Se puede desencadenar por situaciones específicas como es que el niño sea objeto de maltrato por el maestro o compañeros, o sucesos negativos, como puede ser una enfermedad prolongada.

El comportamiento del niño es normal durante el día, sin embargo, cuando se acerca el momento de ir a la escuela comienza a mostrar una conducta retraída, la cual suele acompañarse de síntomas físicos como dolor de alguna parte de su cuerpo, náuseas, mareos y vómitos.

Lo primero que se tiene que hacer es que los padres acudan al médico para descartar que se trate de una enfermedad orgánica real, y no de una "excusa" por parte del pequeño para no acudir a clase.

Una vez descartado cualquier síntoma físico, lo primero que hay que hacer es descubrir los motivos por los que el niño no quiere acudir al colegio. Para ello lo recomendable es que los padres hablen con su hijo e intenten descubrir el origen de su temor.

Si no existe algún factor externo, entonces será necesario que se consulte un psicólogo quien trabajará en coordinación con los padres para establecer una rutina que permita lograr que todo se convierta en un hábito y se realice casi de forma automática, de modo que al niño apenas le dé tiempo para pensar en su miedo.

Otra estrategia consiste en acompañar al niño a la escuela y permanecer con él una media hora, después en la puerta del salón, luego permanecer un rato con él en la clase, con el fin de que se vaya familiarizando con ese ambiente.

También puede ser benéfico, en algunos casos y de acuerdo con los profesores, modificar el horario de la escuela para que el niño pase, al principio, menos tiempo en ella, hasta que poco a poco se vaya acostumbrando y consiga integrarse con los demás compañeros.

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